jueves, 29 de enero de 2009

Indicios, Ginzburg y la selección mexicana


En el primer semestre de la carrera, nos dejaron como tarea leer un artículo de Carlo Ginzburg, historiador italiano reconocido por su obra El queso y los ratones. El artículo en cuestión lleva por titulo Indicios, en dicha lectura el autor se concentra en explicar cómo es que el historiador teje su narración, cómo busca sus datos, fuentes; las critica y, posteriormente, se dedica a estructurara un discurso lógico que explique los porqués, cómos y cuándo del tema a tratar.


Por algún motivo inexplicable recordé esta lectura al terminar de ver el partido de la selección de México contra Suecia. No se necesita ser un genio para notar, desde la llegada de Eriksson, cada uno de los indicios que conllevan a un futuro fracaso futbolístico. Otro, digo.


No se trata de ser pesimista, de darles "otra oportunidad" o, en todo caso, de esperar un milagro ante el primer rival del hexagonal -por cierto el más fuerte- ; mas bien se trata de leer cada resultado, cada entrevista que genera polémica y cada nueva convocatoria para darse cuenta que este equipo no va para ningún lado.


Contra un selección sueca que ni siquiera es la segunda de su país, sino la quinta o sexta, el conjunto mexicano jugo como si fueran un grupo de desconocidos, es decir, los errores mínimos, pero repetidos hasta el cansancio, en los pases, la mala coordinación para establecer paredes, para saber donde están tus compañeros y poder hacer fintas exitosas. Se trato de once mexicanos, naturalizados o no da lo mismo, que no sabían a qué jugaban. De modo que queda una pregunta: ¿Quién no sabe lo que hace: o Eriksson no sabe cómo coordinar tácitamente a su equipo, conjuntarlo y lograr que jueguen como equipo; o los jugadores son los que no le entienden a Eriksson? ¿O acaso son las dos? Si es está última la respuesta, se trata de una desgracia.


No caigamos en crisis, ese debe de ser el primer paso. Después, hay que tomar acciones, hay que permitir que la concentración de los seleccionados sea de más de una semana, que tengan la libertad de conocerse y saberse como juegan. Creo que por pensar tanto en el negocio se ha olvidado la base del futbol: se trata de un juego de conjunto. Esta es la base. SI no hay juego, diversión, innovación, no hay futbol, lo mismo si no hay conjunto.


Según Ginzburg, si uno utiliza e interpreta correctamente las fuentes, los datos, los indicios no mienten, se develan ante nosotros con gran facilidad. Si bien, el objetivo principal de Ginzburg es explicar cómo es que el historiadfor utiliza sus fuentes, he utlizado tal lectura para hacer notar cómo es que cada aficionado puede intrepretar los magros resultados de nuestra (en teoría) selección de futbol nacional. Espero que los indicios en este caso estén equivocados y que la selección mexicana no vaya irremediablemente al fracaso.

martes, 27 de enero de 2009

América - Toluca

Llegué tarde, aun no comenzaba pero había mucha gente en las entradas, según La Jugada 70 mil personas asistieron. Después ubicar mi asiento, que con tanta propaganda creí que sería mejor, pero como siempre, mis expectativas eran demasiado altas. Si bien ya era de mi conocimiento que mi lugar estaría en la zona general, es desquiciado tratar de ubicar un lugar preciso en ese mar de gente.
No hay lugar como el Azteca. No es el estadio más bello, pero sí uno de los más emocionantes.
Saltó a la cancha el América primero, y se formó enseguida para hacer el "paseíllo" al Toluca.
Este es un tema más que platicado por los distintos medios de comunicación deportivos, pero creo que se les escapa un punto central: cómo nacen las tradiciones. En España se trata de una costumbre que cada vez que un equipo ha logrado el campeonato, cuando ya ningún otro equipo, aun ganando todos los partidos, pueda superarlo, el siguiente equipo al que se enfrenten les haga el paseíllo. Como no hay liguilla, o sea un torneo corto donde compiten los mejores del torneo (se supone), el paseíllo lo puede hacer cualquier equipo. Hace unos años tocó que el Barcelona se lo hiciera al Real Madrid en el Camp Nou. En ese entonces los aficionados del Barcelona le dieron la espalda al campo negándose a reconocer al campeón.
Pero resulta extraño los esforzados intentos de la directiva del América, Michel Bauer y los recién llegados, por instaurar esta "tradición". Si bien cuentan con el apoyo de Televisa y de la mayoría de las opiniones de los comentaristas de dicha empresa también son favorables a dicha acción, parece que los demás equipos no la apoyan, dejando al América como el único equipo que ha de ofrecer dicho acto de respeto.
Pero hay grandes diferencias, no tiene la solemnidad del español, los jugadores se prestan a los deseos de la directiva sin la mínima convicción, hecho que se notaba desde mi posición en la zona general.
Después del flojo homenaje, ambos equipos se reunieron en el centro de la cancha para saludar a los ahí presentes, abucheos y aplausos para cada uno de los dos equipos, según su turno.
Si bien se trata de actos meramente rituales, no cabe duda que, a excepción del paseíllo, la gente está acostumbrada a los actos "solemnes" del partido de futbol, la presentación, la foto, el saludo, hasta los árbitros calentando o vigilando la optima calidad de la cancha y las porterías, son parte del ritual de ir a ver futbol.
El partido se vive distinto a si se ve o si se está en el estadio, siempre lo he dicho. El calor estuvo presente todo el encuentro, y el gol tempranero de Santana sumió a la mayoría del estadio, aunque avivó a la Perra Brava, que asistió en gran número al Azteca.
Los goles, cuatro en el primer tiempo, el segundo tiempo y un final desangelado dejó un buen promedio para el equipo local que ya había acostumbrado a su afición a verlo jugar para perder. Si bien no ganó, tampoco perdió, hecho que no puede más que agradecérsele al América.
Sí, este es el primer partido de los diecisiete que jugará el América en este Clausura 2009, el primero de todos sus juegos como local que iré a ver, así que este tan sólo es el comienzo de la larga letanía que significa ir a ver un equipo al que no apoyas.

lunes, 26 de enero de 2009

Ser aficionado




El futbol es una de las actividades más maravillosas de las que el ser humano puede gozar. Sin ser, evidentemente, la más popular, sí es una de las más extendidas gracias a los intereses comerciales envueltos en esta actividad. Pero a los seres humanos comunes y corrientes, qué nos dice la frase de la popularidad de este deporte; a los que somos aficionados, ¿nos dice algo, más o menos, acerca de la legitmidad de nuestro amor a unos colores, un equipo, una camiseta el hecho de que sea una actividad popular?


No lo sé, pero este fin de semana experimenté la sensación más desconcertante que había vivido jamás en un estadio de futbol. Asistí al partido América contra Toluca, aunque no apoye a ninguno de los dos equipos, por lo tanto una parte de mi estaba fingiendo. Pero esta pantomima me permite interactuar de manera distinta con los factores que se conjugan en un estadio, por ejemplo, jamás había visto una mujer gritando desde la zona general del Estadio Azteca con tal brío que pareciera que los jugadores de verdad la escuchaban. Lamentablemente, para la aficion y el equipo, no la escucharon y el equipo no pudo ganar.


Pero fuera de las excentricidades que se pueden gozar cada vez que se asiste a observar un partido de futbol, fuí también testigo de mi gran amor por equipo. Llegué a sentir las ganas de gritar ¡Azul, azul! cada vez que el sonido local impulsaba a los ahi asistentes a apoyar al América.


Sí, habría sido ridículo y abucheado gritar tales palabras en ese lugar, pero entonces me di cuenta que a pesar de la caricaturización que el ser aficionado ha sufrido por Televisa y TvAzteca (son las más popualres) aún hay esperanza, aun hay seres que apoyamos y sentimos los colores fuera del estadio. Algo así como La canción huasteca, pero no aplicada a la nación (patrioterismo por el que no apostaría) sino por unos colores y un modo de ver el futbol, es decir, en mi caso, desde la casaca del Cruz Azul.